Según un nuevo estudio, si quiere proteger su cerebro contra los efectos del envejecimiento, una caminata diaria a paso ligero será mucho más efectiva que las pruebas de ingenio y rompecabezas, o las actividades sociales
Investigadores de University of Edinburgh, en Escocia, que estudiaron a cerca de 700 personas de setenta y tantos años, hallaron que los que estaban físicamente más activos presentaban un menor deterioro cerebral que los que hacían menos actividad física. Al mismo tiempo, las actividades sociales y aquellas que representan desafíos intelectuales, como ir a un museo, aprender un nuevo idioma o visitar amigos, parecían no haber tenido ningún efecto contra los cambios cerebrales.
“Los cerebros de los que hacían más ejercicio presentaban un menor grado de atrofia, menor daño en las interconexiones cerebrales y mayores volúmenes de materia gris, que son las células ‘pensantes’. No encontramos ninguna relación entre el estar más comprometido social o intelectualmente y la salud cerebral”, señala el autor del estudio, Alan Gow, investigador sénior de University of Edinburgh.
El trabajo, publicado en la revista Neurology, forma parte de un estudio a largo plazo sobre envejecimiento, que involucró a un grupo de participantes nacidos en 1936. A todos los participantes se les realizó una resonancia magnética de cerebro a los 73 años. También respondieron cuestionarios relacionados con su actividad física, a la que debieron calificar según una escala de seis puntos que iba de “me muevo solo para realizar las tareas (domésticas) necesarias” a “hago ejercicio para mantenerme en forma/ejercicio intenso o algún deporte competitivo varias veces por semana”, y evaluaron la frecuencia con que participaron en 15 actividades recreativas diferentes.
Si bien los investigadores escribieron que el ejercicio parecía proteger contra el deterioro del cerebro, agregaron que aún no está claro cómo lo hace. El ejercicio, ¿realmente protege o es que los que experimentan un deterioro cognitivo son menos propensos a ejercitarse? Si bien Gow no llega a recomendar exactamente cuánto ejercicio hay que hacer para una óptima salud cerebral, Paul Thompson, profesor de Neurología en UCLA's School of Medicine (la Facultad de Medicina de UCLA), sostiene que cualquier actividad física aumenta los niveles de oxígeno en sangre, y eso podría mantener más saludables los tejidos cerebrales. “No hace falta correr ni levantar pesas. Caminar es igual de efectivo. El grueso de la evidencia son las calorías quemadas”.
Pero no se deshaga de esas pruebas de ingenio y rompecabezas, todavía, aconseja Thompson. Podrían llegar a tener algún efecto positivo sobre el cerebro, tal vez uno que no haya podido ser medido por el tipo de resonancias que utilizaron los investigadores escoceses.
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