Abigaíl Mejía
nació en la ciudad de Santo Domingo el 15 de abril de 1895 en la casa
número 68 de la antigua y legendaria calle Consistorial (hoy Arzobispo
Meriño) y murió en la misma ciudad el 15 de marzo de 1941, en su
residencia de la calle Cayetano Rodríguez número 1, Reparto
Independencia, de modo que solo vivió 46 años....
Esta destacada
escritora dominicana partió hacia España muy joven, tan pronto concluyó
sus estudios en el Instituto de señoritas Salomé Ureña y en el Liceo
Dominicano. En aquel país, continuó su preparación en la ciudad de
Barcelona, (teniendo como profesora a María Montesorri), en el colegio
de la Compañía de Santa Teresa de Jesús y en la Escuela Normal,
obteniendo en esta última el título de Maestra Normal de Segunda
Enseñanza, en 1912, cuando apenas contaba con 17 años de edad. Siguió
viviendo en España hasta que cumplió los 30 años de edad y allí publicó
los siguientes libros: “Por entre frivolidades”, “Brotes de raza”,
“Historia de la literatura castellana” y la novela “Sueña Pilarín”, a la
que hemos estado haciendo referencia.
Después de
regresar al país, cosa que hizo en 1925, Abigaíl Mejía publicó los
libros: “Biografía de Meriño”, “Ideario feminista”, “Vida de Máximo
Gómez” e “Historia de la literatura dominicana”, que fue la primera
Historia de la Literatura Dominicana, editada en la Imprenta Caribe en
1937, la que consta de 146 páginas. También colaboró con periódicos y
revistas, en donde publicó una serie de ensayos y conferencias suyas,
entre los que destacan: “Hojas de un Diario viajero”, “De mi
peregrinación a Roma y Lourdes”, “Evolución del feminismo”, “Plan acerca
de la Fundación de un Museo Nacional”, “Blanco y negro”, “El Porvenir
de la Raza”, “Cromos” y “La Mujer y el Amor en las obras de Lope de
Vega, Tirso y Calderón”.
Fue designada
profesora de Literatura, Castellano, Pedagogía e Historia en la Escuela
Normal de Santo Domingo. Además, durante algunos años fue Directora del
Museo Nacional. Destacó, asimismo, como pionera del feminismo en el
país. Fundó los clubes Nosotras (1927) y Acción Feminista, este último
dedicado a la formación de las mujeres de los sectores pobres del país.
Por otra parte, fue sin lugar a dudas, la pionera del arte fotográfico
femenino en nuestro país. En 1925 marcó un hito con la publicación de
las dos primeras fotografías tomadas por una mujer para ilustrar un
artículo de fondo de su autoría en la revista La Opinión, Revista
Semanal Ilustrada (Año III,Vol.15, Núm.139 (3-IX-1925), s/p) de Santo
Domingo. Le correspondió, además, ser la precursora de redactar las
propuestas de reformas al Código Penal Dominicano en 1932, así como
crear las primeras escuelas nocturnas para obreras, y, organizar el Voto
de Ensayo de la mujer dominicana en 1934, donde votaron 96,424 mujeres,
lo que marcó un hito en todo el continente
Durante sus
años de maestra en la Escuela Normal de Santo Domingo, fue profesora de
mi madre, que es egresada de dicha escuela como maestra. Los frecuentes
relatos que ella me hacía sobre aquella profesora feminista regresada de
España, de tez blanca y frente amplia, me motivaron a interesarme en su
literatura. Ese interés creció años más tarde, cuando en numerosas
ocasiones conversé sobre ella con su hijo, el poeta y abogado Abel
Fernández Mejía, con quien llevé una buena amistad hasta su muerte.
Aquel poeta amigo, que quedó en la orfandad muy tempranamente, se
quejaba amargamente de no tener más que recuerdos muy vagos de su breve
convivencia con su madre, a la que, sin embargo, conoció plenamente a
través de su literatura.
Recuerdo que en
el último año del bachillerato en San Cristóbal, a mi profesora de
literatura, Lic. Nereyda Polanco, le llamaban la atención mis aportes en
clase, muy diferentes a los de los demás estudiantes. En una ocasión,
ya sin poder soportar la curiosidad, me preguntó que dónde estudiaba
literatura. Cuando le dije que en la “Historia de la literatura
dominicana”, de Abigaíl Mejía, se emocionó muchísimo y me confesó que
tenía muchos años buscando sin éxito un ejemplar de dicho libro y me
hizo prometerle que se lo obsequiaría al concluir el año escolar,
promesa que cumplí.
De manera
inexplicable, las obras de Abigaíl Mejía estaban agotadas en el país
desde hacía mucho tiempo y el propio poeta Abel Fernández Mejía me
confesó que pudo conocer algunas obras de su madre, gracias a la
publicación hecha de las mismas en Cuba. Hasta hace poco tiempo, nadie
se había ocupado de rescatar del olvido las obras de aquella insigne
escritora. Correspondió hacerlo, y por fortuna, a la Cámara Dominicana
del Libro.
Posteriormente,
en 1995, al conmemorarse el centenario de su nacimiento, a petición del
Comité Gestor de los Festivales de las Mujeres Escritoras, por Decreto
del Ejecutivo número 87-95, el Dr. Joaquín Balaguer, ordenó a la
Secretaría de Estado de Educación, Bellas Artes y Cultos encargarse de
reeditar las obras completas de tan destacada escritora. La comisión
oficial creada para tal efecto estuvo integrada por la Dra. Licelot
Marte de Barrios, quien la presidió y como miembros al Dr. Víctor
Villegas, Dr. Mariano Lebrón Saviñón, Lic. Ilonka Nacidit Perdomo, Lic.
Rosa Roa de López, Lic. Jacqueline Malagón, en su calidad entonces de
Secretaria de Estado de Educación, Bellas Artes y Cultos y la Lic. Elida
Jiménez. Dicho encargo fue cumplido el mismo año, recogiéndose la obra
completa de Abigaíl Mejía en dos tomos color uva, que conservo como
joyas preciosas.
Volviendo a la
novela “Sueña, Pilarín”, sobre ella nos dijo el laureado escritor
dominicano, don Virgilio Díaz Grullón, que “relata con lenguaje a la vez
sencillo y tierno, salpicado a ratos de humorismo, la historia de una
niña de origen dominicano, pero nacida y criada en España, que vive
intensamente los episodios de una vida accidentada que se inicia con una
orfandad temprana, padece luego de tristezas de una adopción impuesta
por las circunstancias, sufre la severidad de un convento de monjas,
confronta los embates de una pasión incestuosa y finalmente, encuentra
en el amor de un apasionado joven domincano la felicidad plena que le
había negado hasta entonces la vida”.
Es curioso,
pero vale la pena señalar, que durante su último año de vida, Abigaíl
Mejía utilizó el pseudónimo de Pilarín, extraído, precisamente, de su
novela “Sueña, Pilarín”. Quién sabe si queriendo confesar que algunas
partes de su novela son autobiográficas.
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